En primer lugar, examinaremos la identidad de género. El género no se limita simplemente a ser hombre o mujer; existen otras etiquetas para identificarse, donde la tercera más común es “no binarie”. Una persona no binarie es quien no se identifica como hombre ni cómo mujer. Si bien es un concepto relativamente nuevo para nuestra cultura moderna, este tercer género ha existido en diversas culturas a lo largo de la historia. Incluso hay ciertas cultura indígenas que tienen rituales para celebrar a personas no binaries. 

Para muchas personas, su identidad de género coincide con el género asignado al nacer y para otras no. De ahí entran los términos cisgénero y transgénero. Ser cisgénero significa que la identidad de género de una persona se alinea con el género asignado al nacer, mientras que ser transgénero implica que la identidad de género difiere del sexo asignado al nacer. Dentro de esta definición, las personas no binaries entran dentro de el “espectro trans”, aunque depende de cada persona no binarie si integran o no esta etiqueta dentro de su identidad sexual.

Pasemos ahora a la expresión de género. La forma en que nos presentamos al mundo a través de nuestra apariencia, comportamiento y estilo de vida es nuestra expresión de género. Las etiquetas de expresión de género van en un espectro desde lo masculino a lo femenino, en dónde las personas que se encuentran más neutrales se definen como andrógines.

Si bien estos dos conceptos están bastante conectados, es importante ver también su independencia. Por ejemplo, un hombre puede ser más masculino, femenino o fluir en este espectro y aún así considerarse hombre. Lo mismo con las mujeres. Para una persona no binarie esto es fundamental, ya que una persona se puede identificar con esta etiqueta y aún así expresarse de una manera más masculina o más femenina; no necesariamente andrógina.

Es crucial comprender que el género es una construcción social que varía según la cultura y cambia a lo largo del tiempo. Lo que consideramos masculino o femenino depende de nuestra cultura. Por ejemplo, siglos atrás hombres usaban maquillaje, pelucas y tacos como un símbolo de estatus; pero en el presente esos elementos se consideran mayormente femeninos. Las normas de género no son estáticas y pueden evolucionar para reflejar una mayor comprensión y aceptación de la diversidad. Además, tanto la identidad de género como la expresión de género existen en un espectro, lo que significa que no se limitan a categorías fijas. Pueden ser fluidos, permitiendo a las personas explorar y expresar su autenticidad de manera libre y auténtica.

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