Las vacaciones de verano, con los niños en casa y las demandas habituales, pueden generar una sensación de agobio más intensa. Este periodo se caracteriza por síntomas como cansancio, irritabilidad, falta de energía, dolores corporales, insomnio y dificultades de memoria, signos claros de estrés. La convivencia intensiva también puede dar lugar a conflictos familiares, impactando negativamente en las relaciones al interior del hogar.
Conciliar la vida laboral, familiar y personal se vuelve un desafío cuando el tiempo se reduce drásticamente, especialmente para las mujeres que asumen más responsabilidades. Las estadísticas indican que, durante las vacaciones, las mujeres tienden a sacrificar su tiempo libre y de descanso para atender a los hijos y las labores domésticas, manteniéndose activas en otras áreas de la vida.
Es posible que te descuides, relegando aspectos cruciales como la alimentación, el sueño y el disfrute personal. ¿Te has saltado comidas, has comido apresuradamente o apenas has dedicado tiempo a tu propio plato para volver rápidamente al cuidado de los niños? ¿Has postergado tus necesidades fisiológicas para no interrumpir el sueño de tus hijos como hacer pipi o incluso toser? ¿Has priorizado las actividades de tus hijos sobre tus propias preferencias? ¿Has reducido el tiempo de calidad con tu pareja por momentos de disfrute en familia? Estas son situaciones comunes que las madres enfrentan durante las vacaciones, a menudo pasando desapercibidas.
Debido a patrones culturales y sociales, las mujeres suelen cuidar a los demás, pero surge la pregunta: ¿quién cuida de ellas? ¿Quién vela por el bienestar de las madres? Si no cuidamos de nosotras mismas, ¿cómo podemos cuidar bien a los demás?
La psicología nos ofrece el concepto de “maternarse”, que implica un autocuidado, tratándonos con la misma dedicación que brindaríamos a nuestros hijos. Este enfoque amoroso y compasivo es esencial para enfrentar las labores y exigencias diarias.
El autocuidado se traduce en la práctica de hábitos equilibrados que contrarrestan los estresores a los que nos exponemos. Incluye cuidar del sueño, la alimentación, el entretenimiento, el ejercicio, la meditación y el disfrute personal.
Mantener una rutina de autocuidado reduce el estrés, disminuye la frustración, mejora la concentración y proporciona energía y calma. Protege físicamente, reduciendo el riesgo de enfermedades cardiovasculares y fortaleciendo el sistema inmunológico. Eleva la autoestima, impulsa la productividad y consolida relaciones, tanto con la pareja como con los hijos.
El autocuidado en la maternidad implica prácticas sostenibles que actúen como antídotos contra el cansancio físico, mental y emocional asociado al cuidado de los niños.
Además, significa dedicar tiempos diarios, no necesariamente extensos, sino incluso momentos breves, para el silencio, la respiración y la conexión con el presente, recargando así nuestra energía para el resto del día. También implica tener expectativas realistas y desarrollar una visión autocompasiva tanto hacia nosotras como hacia nuestros hijos.
Para explorar a fondo este tema, he preparado una charla en la cual compartiré contigo tips y estrategias específicas de autocuidado materno. ¡No te la pierdas y comencemos juntas este viaje hacia un bienestar más pleno!