Cuando hablamos sobre las problemáticas que viven las personas LGBTIQ+ en su día a día, la dimensión sociocultural es el factor común entre todas ellas.
A lo largo de la historia, cada cultura ha desarrollado distintas maneras de relacionarse con el género y las orientaciones sexuales, creando variadas categorías y entregándoles una connotación positiva, neutral o negativa a cada una.
El rechazo a las disidencias sexuales es algo arraigado a nuestra cultura actual y al mismo tiempo estamos en camino de la salir de una de una época oscura respecto a este tipo de discriminaciones. Y es este rechazo cultural el que genera que personas incorporen, por ejemplo, los significados negativos, prejuicios y estereotipos asociados con la homosexualidad, lo que provoca reacciones negativas hacia la homosexualidad propia y la de otros. Esto es llamado homofobia internalizada. Un fenómeno parecido sucede con personas bisexuales y transgénero. La fuerza de un ambiente heterosexista genera conductas riesgo en personas de la comunidad y afecta negativamente a las formas de enfrentamiento familiar de una revelación de la orientación sexual. De hecho, el fenómeno de la salida del clóset existe netamente porque está socialmente estipulado que las personas que no son heterosexuales deben anunciarlo a quienes están en su entorno. Estos son sólo algunos ejemplos de cómo los factores culturales pueden afectar a las vivencias de personas LGBTIQ+.
He aquí donde nace la importancia de los profesionales de la salud como agentes de cambio en esta problemática cultural. Muchas personas de la disidencia sexual presentan temor y resistencia al pedir una atención en salud debido a experiencias pasadas de LGBT-fobia personales o de alguien cercano. Más aún si el/la/elle consultante es transgénero o presenta una expresión de su género no heteronormativa.
La Terapia Afirmativa aparece como una reacción a este modelo imperante. Desde ella se ve al sujeto LGBTIQ+ como psicológicamente igual que a una persona cisgénero heterosexual. Pero al mismo tiempo sí diferencia las cuestiones particulares de cada orientación sexual e identidad de género para darle un foco adecuado y específico. Esto consta tanto de actitudes de parte del terapeuta como sus habilidades y conocimientos. Ella no conforma un modelo teórico, sino que es una aproximación específica a los pacientes que puede ser utilizada desde cualquier modelo psicoterapéutico. En el caso de terapeutas que no se han formado afirmativamente se puede encontrar que, en muchos casos los propios prejuicios y sesgos llevan al terapeuta a tener un estilo de atención evitativo respecto a la orientación sexual. Esto lleva a asumir que la persona consultante es heterosexual. Pero este tipo de acercamientos son fácilmente corregibles si el terapeuta se forma en temáticas de diversidad sexual. Además, la formación afirmativa le permite también al terapeuta diferenciar cuándo la orientación sexual es efectivamente el foco de terapia y cuándo es sólo un factor a considerar. Esta aproximación permite la des-patologización de las identidades sexuales diversas.
En mi opinión, la Terapia Afirmativa llegó a llenar un vacío en nuestras formaciones como profesionales. Pero éste es un vacío que se encuentra en toda nuestra escolaridad, desde que entramos al preescolar. Mi esperanza está en que éste tipo de aproximación sea enseñado tanto en profesionales de la salud, como en el sistema educativo, de la mano con una educación sexual integral. Así, en no mucho tiempo más, seguiremos teniendo profesionales especializados en temáticas de diversidad sexual, pero la aproximación afirmativa a ella será una base común para todos.